viernes, 24 de junio de 2011

Traumas psicológicos provocados por accidentes de tránsito (2) Avanze 2000 palabras semana 10

Según el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, los accidentes de tránsito en Chile constituyen la segunda causa de muerte (después de las biológicas), entre los 20 y los 44 años. Entre jóvenes de 18 a 29 años, los accidentes son la primera causa de muerte, principalmente por la relación velocidad y alcohol. Los accidentes automovilísticos representan para el país un Costo Privado de $ 112.543.944.270 y un Costo Social de $ 249.776.591.110 (costo estimado proyectado por lo que la persona deja de producir).
El concepto de Accidente automovilístico tiene diversas definiciones: puede ser considerado como un hecho involuntario, que ocurre en una vía pública o entregada al uso público, que deja daños en las cosas o en las personas y significa la participación de vehículos y peatones; o cualquier evento como resultado del cual el vehículo queda de una manera anormal dentro o fuera de la vía, o produzca lesiones a las personas o daños a las cosas; y por último puede referirse a todo suceso eventual o acontecimiento anormal e imprevisto que acarrea un daño en las personas y que es causado por un hecho o ocasión directa del empleo o uso de un vehículo de tracción mecánica, animal o humana.

La triste realidad demuestra que los accidentes de tránsito son la  primera causa de muerte de jóvenes en Chile. El año 2005 se produjeron 46.328 accidentes de tránsito en nuestro país. A raíz de ello fallecieron 1.626 personas y 47.792 terminaron lesionadas. De los fallecidos, 311 eran mujeres y 1.315 varones. El grueso de estas cifras corresponde a la edad entre 18 y 35 años.
Gran parte de los mencionados accidentes tienen un culpable en común: el alcohol. En Chile muchas veces oímos en las noticias que “el accidente o la tragedia fue causada por un conductor que manejaba bajo los efectos del alcohol”. Y lo realmente sorprendente es que ya no nos sorprende. En un país con un macro acceso a las bebidas alcohólicas como lo es el nuestro, digno y reconocido productor de finos vinos, es lógico que se produzcan accidentes de autos cuya raíz radique en un irresponsable conductor ebrio.
Las estadísticas lo señalan: normalmente son jóvenes, ebrios y con una evidente carencia de sentido común y/o responsabilidad. La relación entre el alcohol y los accidentes es bien conocida, indistintamente del tipo de accidentes (laborales, de tráfico, etc.). Concretamente con relación a los accidentes de tráfico y de manera general se estima que el conducir bajo los efectos del alcohol es responsable del 30-50% de los accidentes con víctimas mortales, del 15 al 35% de los que causan lesiones graves, y del 10% de los que no causan lesiones.
Los efectos del alcohol sobre el organismo humano se conocen bien. El alcohol produce una depresión no selectiva del sistema nervioso central, deteriorando la función psicomotora, la percepción sensorial (vista y oído), modifica el comportamiento de la persona, etc. En general, los efectos del alcohol son directamente proporcionales a su concentración en sangre: a mayor concentración mayor deterioro.
Está perfectamente demostrado que el alcohol deteriora marcadamente la función psicomotora y la capacidad para conducir con seguridad. Quizás uno de los efectos más importantes, es que el alcohol aumenta el tiempo de reacción, es decir, aumenta el tiempo que tarda la persona, después de percibir plenamente las sensaciones y/o recibir información, en decidir qué debe hacer y cuándo actuar. Asimismo, el alcohol produce importantes efectos sobre la coordinación bimanual, deteriorándola, y sobre la atención y la resistencia a la monotonía. En relación con este último aspecto, la atención es un factor decisivo, ya se trate de atención concentrada (referida a un solo objeto), o difusa (que se distribuye simultáneamente en rapidísima sucesión entre numerosos objetos). Además, se altera la capacidad para juzgar la velocidad, la distancia y la situación relativa del vehículo, así como la capacidad para seguir una trayectoria o hacer frente a una situación inesperada. Los efectos del alcohol, al aumentar el tiempo de reacción, deteriorar la coordinación motora, el procesamiento de la información, disminuir la atención y resistencia a la monotonía, etc., disminuye marcadamente la capacidad para conducir con seguridad e incrementa el riesgo de accidente.
El alcohol produce importantes efectos sobre la visión. La acomodación y la capacidad para seguir objetos con la vista se deterioran, incluso con niveles bajos de alcohol en sangre. Bajo los efectos del alcohol el campo visual se reduce, se altera la visión periférica y se retrasa la recuperación de la vista después de la exposición al deslumbramiento.
Los efectos del alcohol sobre las distintas funciones relacionadas con el rendimiento psicomotor y la capacidad para conducir, así como el riesgo de sufrir un accidente de tráfico, varían principalmente según la edad, forma de consumo de alcohol (habitual, esporádico), la experiencia en la conducción de vehículos e incluso según el tipo de colisión (sólo un vehículo o colisión múltiple).
A medida que aumenta la alcoholemia aumenta el riesgo de verse implicado en un accidente de tráfico. En los conductores inexpertos y en los que beben con poca frecuencia, el aumento del riesgo de accidente comienza con unos niveles mucho más bajos de alcohol en sangre, mientras que para los conductores más experimentados, y aquellos que beben de manera habitual, son necesarios niveles más elevados.
Los jóvenes, por distintas circunstancias (conductores inexpertos, consumos elevados los fines de semana, conducta desinhibida, etc.) son, como ya mencionamos,  particularmente vulnerables. Se estima que el riesgo relativo de sufrir un accidente mortal en los conductores con niveles de alcohol en sangre de 80 mg/100 ml es máximo entre los jóvenes de 18 a 19 años (165 veces) y entre los de 19 a 20 años (70 veces).
Por otra parte, es bien conocido que el alcohol contribuye en la gravedad de las lesiones, es decir, tras un accidente de tráfico, el ocupante de un vehículo que se encuentre bajo los efectos del alcohol tiene tres veces más posibilidades de padecer lesiones mortales que quién esté libre de alcohol, a igual severidad y circunstancias del accidente. Es sobre la base de esta relación entre la alcoholemia y el riesgo de accidente de tráfico, a partir de la cual se han establecido los niveles máximos de alcohol en sangre (y otros fluidos biológicos) a los que está permitido conducir.
Incluso existen con frecuencia mitos y creencias con relación al alcohol y la conducción de vehículos que nada tiene que ver con la realidad.
 "No hay peligro si estoy por debajo del límite legal"
Totalmente falso. De hecho con niveles de 0.15-0.2 gr/litro de alcohol en sangre ya empieza a observarse deterioro de la función psicomotora, y existe un mayor riesgo de accidente. Esto es especialmente manifiesto en los conductores no experimentados, así como entre aquellos que no beben de manera habitual.
 "Dos personas que beben lo mismo tendrán la misma concentración en sangre"
Falso. La concentración de alcohol en sangre depende directamente de la cantidad de alcohol consumida: a mayor cantidad de alcohol consumida mayor cantidad de alcohol en sangre. Sin embargo, el nivel de alcohol en sangre se ve influenciado por el peso y el sexo del individuo. De hecho, las personas de mayor peso (y en especial dependiendo de la grasa que tengan) y los varones presentan menores niveles de alcohol en sangre. La alcoholemia puede calcularse a partir de la fórmula siguiente: Alcoholemia = Gramos de alcohol ingerido/Peso en Kg x (0.7 hombre y 0.6 mujer).
 "El alcohol consumido con la comida no se absorbe"
Falso. El beber alcohol con las comidas hace que se retrase la absorción del alcohol aunque al final éste se acaba absorbiendo. Por el contrario, el ingerir alcohol con el estómago vacío favorece que el alcohol se absorba más rápidamente (y consecuentemente, sus efectos se inicien antes).
Pero ¿qué hacer ante esto? En algunos países, donde el alcohol es menos accesible, se producen considerablemente menos accidentes por este factor. Entonces, ¿es esa la solución, subir los precios de esta droga en Chile? Se podría considerar.

Las consecuencias psicológicas: el verdadero riesgo.
A quienes son lo suficientemente afortunados y logran sobrevivir a tal situación, la de vivir un accidente automovilístico, les espera, desgraciadamente, un predicamento aún peor: las secuelas del accidente, que en general se presentan como trastornos de estrés post- traumático (TEPT).
Éstos se definen como un trastorno psicológico clasificado dentro del grupo de los trastornos de ansiedad, que sobreviene como consecuencia de la exposición a un evento traumático que involucra un daño físico. Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo. El factor estresante puede involucrar la muerte de alguien, alguna amenaza a la vida del paciente o de alguien más, un grave daño físico, o algún otro tipo de amenaza a la integridad física o psicológica, a un grado tal, que las defensas mentales de la persona no pueden asimilarlo.
El tiempo mínimo de evolución de los síntomas es de un mes. Las alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. El trastorno es agudo si los síntomas persisten menos de tres meses. Su prolongación hará que se considere crónico.
Las personas que sufren accidentes de tránsito padecen graves consecuencias psicológicas como el temor, la desesperanza y el desinterés por la vida cotidiana, según lo reveló un informe sobre trastornos de ansiedad.
El Centro de Estudios Especialista en Trastornos de Ansiedad (CEETA) demostró que los accidentes graves pueden activar en los protagonistas, o incluso en quienes los presencian, trastornos que surgen por estrés postraumático como insomnio, falta de memoria y desapego afectivo. También es común el olvido o represión de episodios relacionados con el suceso traumático, en este caso, el accidente. Y por otro lado, es común que el hecho se recuerde, o mejor dicho, se reviva de manera constante en el diario vivir del sujeto. Se usa el término “revivir” ya que el recuerdo es tan fuerte, nítido y estresante, que es casi como vivir nuevamente el suceso traumático.
¿Cuál es la diferencia entre sentimientos normales después de un accidente y sentimientos que son demasiado fuertes?
Para la mayoría de las personas que están en un accidente de tránsito los sentimientos desaparecen con el tiempo. Sin embargo, los sentimientos de algunas personas no desaparecen o se hacen más fuertes cambiando la manera como la gente piensa y actúa. Los sentimientos fuertes que se quedan con una persona durante largo tiempo, y comienzan a interferir en la vida diaria, son señas de una condición que se conoce con el nombre de síndrome de estrés postraumático. El estrés post- traumático puede producir los siguientes problemas:
  • Un sentimiento continuo y generalizado de desasosiego
  • Problemas al manejar o montar en vehículos
  • No querer someterse a exámenes o procedimientos médicos
  • Irritabilidad, o preocupación o rabia excesiva
  • Pesadillas o dificultad para conciliar el sueño
  • Una sensación de no estar conectado a los demás eventos o personas
  • Recuerdos continuos del accidente que usted no puede parar

Ahora bien, por muy traumático que fuera el suceso, y por muy fuerte que se presente su sintomatología, estos traumas son tratables de diversas formas; esto siempre con la ayuda de un profesional.
En el 16th. Annual Meeting de la ISTSS (International Society for Traumatic Stress Studies) (Miami, noviembre de 1999) fueron presentados los lineamientos para el tratamiento del Trastorno por estrés post traumático, en los cuales se establecieron estándares sobre la base de la investigación realizada hasta el presente. Es así que ciertos abordajes terapéuticos, (tales como la hipnosis, la terapia cognitivo-conductual, la terapia de exposición directa, por inundación, los abordajes psicofarmacológicos, EMDR etc.) cuentan con un bagaje de investigación fuera de toda discusión. Uno de los factores fundamentales de estos tratamientos es el de la exposición directa o imaginaria al evento traumático.
Entre los tratamientos para eliminar el estrés post – traumático, uno de los metamodelos más aceptados en el campo de la Traumatología Psicológica es el Modelo Trifásico de Judith Herman:
Según este modelo, la primera fase del tratamiento, o de Restablecimiento de la Seguridad, está orientada a que el paciente no sólo esté, sino también se sienta a salvo. En esta etapa el paciente debe volver a tener control interno y externo, es decir, garantizar su seguridad, tanto como aprender a manejar los síntomas que interfieren en su vida y conllevan el riesgo de retraumatización.
En la segunda fase, de Rememoración y Duelo, el tratamiento se orienta a que el paciente pueda reconstruir la historia traumática. A causa de su naturaleza, las memorias traumáticas rara vez se presentan linealmente. Los fragmentos, a veces incoherentes, las sensaciones físicas y emocionales, deben transformarse en una narración permitiendo de esta manera la integración bajo la forma de la Memoria Explícita o Narrativa.
Finalmente la tercera fase, o de Reconexión, apunta a reconectar al paciente con la vida, con el presente y el futuro, redefiniéndose a sí mismo en el contexto de relaciones y actividades significativas.
En síntesis, el síndrome por estrés post- traumático provocado por un accidente de tránsito puede afectar tanto a quienes están directamente implicadas en el hecho como a las que no, poniendo énfasis en el “victimario”, el causante de dicho accidente que sufre consecuencias igualmente profundas o incluso peores, psicológicamente hablando. Sin embargo, lo realmente importante es saber que existe una solución para estas situaciones, que siempre es tratable, de la mano de un profesional, tal como un psicólogo capacitado. Terapias y curas hay muchas, por lo que, incluso en las peores situaciones, siempre se puede salir adelante. 

sábado, 11 de junio de 2011

SEMANA 9

Esta semana entregamos el avance de mil palabras, pero por lo comentado en clases, debemos modificar en varios aspectos ese trabajo, los cambios estarán a la vista en el segundo avance, que además tiene que ser de 2000 palabras. Entre los cambios el más importante será:
- Debatir sobre el tema, la verdad es que como grupo no habíamos entendido que debíamos debatir sobre el tema, y en un principio nos complicamos bastante, pero ya encontramos las que podrían ser buenas razones y punto para debatir.

martes, 7 de junio de 2011

Traumas psicológicos provocados por accidentes de tránsito.


Según el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, los accidentes de tránsito en Chile constituyen la segunda causa de muerte (después de las biológicas), entre los 20 y los 44 años. Entre jóvenes de 18 a 29 años, los accidentes son la primera causa de muerte, principalmente por la relación velocidad y alcohol. Los accidentes automovilísticos representan para el país un Costo Privado de $ 112.543.944.270 y un Costo Social de $ 249.776.591.110 (costo estimado proyectado por lo que la persona deja de producir).
El concepto de Accidente automovilístico tiene diversas definiciones: puede ser considerado como un hecho involuntario, que ocurre en una vía pública o entregada al uso público, que deja daños en las cosas o en las personas y significa la participación de vehículos y peatones; o cualquier evento como resultado del cual el vehículo queda de una manera anormal dentro o fuera de la vía, o produzca lesiones a las personas o daños a las cosas; y por último puede referirse a todo suceso eventual o acontecimiento anormal e imprevisto que acarrea un daño en las personas y que es causado por un hecho o ocasión directa del empleo o uso de un vehículo de tracción mecánica, animal o humana.

La triste realidad demuestra que los accidentes de tránsito son la  primera causa de muerte de jóvenes en Chile. El año 2005 se produjeron 46.328 accidentes de tránsito en nuestro país. A raíz de ello fallecieron 1.626 personas y 47.792 terminaron lesionadas. De los fallecidos, 311 eran mujeres y 1.315 varones. El grueso de estas cifras corresponde a la edad entre 18 y 35 años
A quienes son lo suficientemente afortunados y logran sobrevivir a tal situación les espera, desgraciadamente, un predicamento aún peor: las secuelas del accidente, que en general se presentan como trastornos de estrés post- traumático (TEPT).
Éstos se definen como un trastorno psicológico clasificado dentro del grupo de los trastornos de ansiedad, que sobreviene como consecuencia de la exposición a un evento traumático que involucra un daño físico. Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo. El factor estresante puede involucrar la muerte de alguien, alguna amenaza a la vida del paciente o de alguien más, un grave daño físico, o algún otro tipo de amenaza a la integridad física o psicológica, a un grado tal, que las defensas mentales de la persona no pueden asimilarlo.
El tiempo mínimo de evolución de los síntomas es de un mes. Las alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. El trastorno es agudo si los síntomas persisten menos de tres meses. Su prolongación hará que se considere crónico.
Las personas que sufren accidentes de tránsito padecen graves consecuencias psicológicas como el temor, la desesperanza y el desinterés por la vida cotidiana, según lo reveló un informe sobre trastornos de ansiedad.
El Centro de Estudios Especialista en Trastornos de Ansiedad (CEETA) demostró que los accidentes graves pueden activar en los protagonistas, o incluso en quienes los presencian, trastornos que surgen por estrés postraumático como insomnio, falta de memoria y desapego afectivo. También es común el olvido o represión de episodios relacionados con el suceso traumático, en este caso, el accidente. Y por otro lado, es común que el hecho se recuerde, o mejor dicho, se reviva de manera constante en el diario vivir del sujeto. Se usa el término “revivir” ya que el recuerdo es tan fuerte, nítido y estresante, que es casi como vivir nuevamente el suceso traumático.
Ahora bien, por muy traumático que fuera el suceso, y por muy fuerte que se presente su sintomatología, estos traumas son tratables de diversas formas; esto siempre con la ayuda de un profesional.
En el 16th. Annual Meeting de la ISTSS (International SocietyforTraumatic Stress Studies) (Miami, noviembre de 1999) fueron presentados los lineamientos para el tratamiento del Trastorno por estrés post traumático, en los cuales se establecieron estándares sobre la base de la investigación realizada hasta el presente. Es así que ciertos abordajes terapéuticos, (tales como la hipnosis, la terapia cognitivo-conductual, la terapia de exposición directa, por inundación, los abordajes psicofarmacológicos, EMDR etc.) cuentan con un bagaje de investigación fuera de toda discusión. Uno de los factores fundamentales de estos tratamientos es el de la exposición directa o imaginaria al evento traumático.
Entre los tratamientos para eliminar el estrés post – traumático, uno de los metamodelos más aceptados en el campo de la Traumatología Psicológica es el Modelo Trifásico de Judith Herman:
Según este modelo, la primera fase del tratamiento, o de Restablecimiento de la Seguridad, está orientada a que el paciente no sólo esté, sino también se sienta a salvo. En esta etapa el paciente debe volver a tener control interno y externo, es decir, garantizar su seguridad, tanto como aprender a manejar los síntomas que interfieren en su vida y conllevan el riesgo de retraumatización.
En la segunda fase, de Rememoración y Duelo, el tratamiento se orienta a que el paciente pueda reconstruir la historia traumática. A causa de su naturaleza, las memorias traumáticas rara vez se presentan linealmente. Los fragmentos, a veces incoherentes, las sensaciones físicas y emocionales, deben transformarse en una narración permitiendo de esta manera la integración bajo la forma de la Memoria Explícita o Narrativa.
Finalmente la tercera fase, o de Reconexión, apunta a reconectar al paciente con la vida, con el presente y el futuro, redefiniéndose a sí mismo en el contexto de relaciones y actividades significativas.
En síntesis, el síndrome por estrés post- traumático provocado por un accidente de tránsito puede afectar tanto a quienes están directamente implicadas en el hecho como a las que no, poniendo énfasis en el “victimario”, el causante de dicho accidente que sufre consecuencias igualmente profundas o incluso peores, psicológicamente hablando. Sin embargo, lo realmente importante es saber que existe una solución para estas situaciones, que siempre es tratable, de la mano de un profesional, tal como un psicólogo capacitado. Terapias y curas hay muchas, por lo que, incluso en las peores situaciones, siempre se puede salir adelante. 

miércoles, 1 de junio de 2011

SEMANA 8

Esta semana se debía entregar un informe escrito, pero debido al paro nacional se suspendieron todo tipo de evaluaciones y se corrió automáticamente para la semana 9, tampoco tuvimos clases esta semana por la misma razón.